jueves, 13 de noviembre de 2008

Asesinos de hijos

Colombia fue el epicentro de una de las noticias más aterradoras de los últimos tiempos (lamentablemente parece que somos muy eficientes en ello), se trató del salvaje asesinato de Santiago Lozano, bebé de unos cuantos meses, a manos de su propio progenitor. Tal acción conmocionó aún las más profundas fibras del país, un país como el nuestro, tan salvajemente aporreado que ha perdido la capacidad de aterrarse de algo.
¿Está cambiando la moral en Colombia? Pareciera que una luz de esperanza se abre en la densa niebla de la violencia colombiana. Más sin embargo, so pena de ser tildado de negativo, creo que no podemos estar muy optimistas al respecto. ¿La razón? Ese mismo país que está dispuesto a abrir un debate sobre la pena capital en caso de genocidios como el de Santiago, es totalmente indiferente, por no decir generador, de miles de asesinatos infantiles.
La actual ley colombiana permite el asesinato de bebés indefensos que se encuentran en el vientre de sus madres, que no pueden gritar, defenderse, llorar siquiera; y que no son ahogados, sino mutilados o arrancados vivos del útero donde fueron engendrados.
¿Cómo castigar a un padre homicida, y promover miles de madres asesinas? ¿Cómo escandalizarse por la muerte de un bebé, pero aceptar y hasta solicitar la muerte de miles de ellos por cualquier causa?
No creo que la conciencia de las madres que matan a sus hijos se acalle con el subterfugio que esa “masa de células” no es en realidad un ser vivo, y que por lo tanto no es un bebé, y por tanto no se puede catalogar como asesinato. Ojalá que tampoco se pudiera acallar la conciencia de quienes promovieron y lograron tal legislación, pero me temo que ellos, ya no tienen conciencia que ser apaciguada, rato hace que el cayo no les permite dolerse por cosa alguna que no sea sus bolsillos y su carrera por el poder.
Soñamos que algún día, los millones de colombianos que marchamos por una Colombia libre del secuestro (se presume en 3000 el número de secuestrados en Colombia aproximadamente por año ), marchemos para que se detenga el genocidio de niños indefensos (400 mil al año , sin contar la inmensa mayoría, de cuya información no hay datos estadísticos); ese día, el rayo de luz de esperanza para Colombia será verdadero.
No podremos jamás llamarnos seres inteligentes, agentes morales que diferencian el bien y el mal, que miramos con horror las costumbres de sacrificios humanos, campañas de exterminio masivo como el holocausto nazi; y al mismo tiempo, ser indiferentes a la tragedia actual. Si a actos como los anteriores los llamamos genocidios, barbarie, holocausto, se agotan los adjetivos para describir la realidad del aborto.
Todos aquellos que nos conmovemos por la injusticia, no podemos menos que batallar para que acabe esta hecatombe, no solamente en nuestro territorio, sino en el mundo entero.

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